domingo, 30 de agosto de 2009

Lo cierto es que en su momento pudisteis conmigo. ``Un chico de provincia en una gran ciudad´´, pensabais. Os creíais la hostia, salíais los jueves por la noche a discotecas de moda, saludabais a chicas guapas a las que nunca os llegaríais a follar, os reíais de todo aquel que os parecía diferente y lo cierto es que vuestras novias eran más bien pijas feas y malfolladas. ¡Qué poco mundo teníais por Dios!, ni siquiera los cursos de inglés en California os valieron de algo. Bebíais whisky escocés con cola en casas de niñas ricas mientras tratábais de impresionarlas, pero érais tan cutres que ni siquiera llevabais los hielos. Mientras tanto sus novios de veintitantos se reían en vuestra puta cara. Y yo lo observaba todo, al principio con recelo. Os envidiaba, joder el rollo que llevabais, la ropita de importación y los cuerpos esculpidos en el gimnasio. Pero de pronto todo se desvaneció. Ya nadie os ríe las putas gracias ni se cree vuestras historias. Vuestras bromas no resultan graciosas, vuestros planes no resultan nuevos, no engañáis a nadie, y mucho menos a mi. Toda vuestra vida patética y superflua, vuestras mentiras que transformáis en realidad. Aún me veo llorando en mi habitación con toda es mierda comiéndome por dentro, sin un ápice de confianza en mi mismo, dentro de esa gran mentira que era mi vida. Esa vida que vosotros quisisteis para mi.

domingo, 2 de agosto de 2009

A QUIEN MADRUGA, DIOS LE AYUDA

Ricardo se levanta cada mañana a las siete y media. Ignora a la afortunada que ha yacido con él esa noche y se va directo a la ducha. Escucha a Carlos Herrera mientras el agua caliente con gel de baño se desliza rápida sobre el mármol de la bañera. Después elige uno de sus trajes confeccionados a medida en Reino Unido y se dirige a la cocina. Allí desayuna pan tostado con aceite y jamón serrano. Bebe café solo, como los hombres de verdad, y ojea rápidamente las páginas del diario El Mundo. Ya en el garaje arranca su Jaguar y pone rumbo a su despacho. Allí lo reciben su atractiva secretaria María, que lo desea en todo momento, y sus trabajadores. Ricardo siempre es de los últimos en llegar y el primero en irse. Después de una larga mañana de transacciones, llamadas al extranjero, reuniones con altos cargos y sonrisas a las señoritas se va a almorzar a un restaurante cercano. Lo hace andando. Allí lo reciben efusivamente, con reverencias y palmadas en la espalda. Come con dos amigos con los que se cita allí dos veces por semana. Hablan de negocios, de su época juntos en la universidad y de mujeres. Pablo se acaba de casar y Miguel está a punto, mientras que Ricardo sigue paseando su labia por las discotecas y los clubs más exclusivos. Planean un viaje todos juntos a Ibiza la próxima Semana Santa y fijan la hora del partido de pádel del jueves por la tarde. Acto seguido se despiden, no sin antes permitir que Pablo, que es el que paga los martes, haga lo propio.

La tarde pasa rápido y Ricardo abandona el despacho a las seis y media. Se reúne con una jovencita en un café del centro y hablan durante un par de horas acompañados de varios gin tonics. Se va haciendo tarde y se despide, no sin antes recordarle ella que al día siguiente han quedado para cenar y ``o que surja´´. Ricardo coge el coche y se dirige a su chalet en las afueras. Mientras escucha el nuevo disco de Bruce Springsteen y habla por el móvil a través del bluetooth. Al llegar a la urbanización habla con los conserjes, que le piden entradas para el próximo partido del Real Madrid, y saluda a los vecinos amistosamente. Ya en casa se sienta en su sofá de cuero de diseño y se relaja un poco. Se sirve un whisky con hielo y ve las noticias en su televisor de plasma. En ese momento aparece en escena Nancy, la asistenta, que le lleva la cena. Dos sándwiches vegetales en pan integral, un zumo de naranja recién exprimido y dos yogures de fibra. Al acabar los deportes se levanta y visita el excusado, mientras defeca lee revistas masculinas y de yates. Al acabar se mete en la cama y, entre las sábanas de lino, se encuentra a la señorita con la que compartió la noche anterior. Él no recuerda su nombre pero si sus buenas dotes amatorias, por lo que permite que ésta le practique una sutil felación mientras ve la vuelta del Juventus – Real Madrid. Al cabo de unos minutos su equipo marca el primero, -ha sido Raúl-, como siempre. El partido acaba con victoria de su equipo y, para celebrarlo, descorcha una botella de Don Perignon que se bebe junto a la bella joven. Después practican el sexo (Ricardo no suele hacer el amor) durante un par de horas y se queda dormido. A las siete y media suena el despertador, y ya sabemos todos como sigue.