jueves, 20 de mayo de 2010

Anoche estuve viendo fotos tuyas. No pude resistir la tentación. En cierto modo es irremediable, eres excitante. Todo en ti es excitante. Incluso la montura de tus gafas. Más de una vez las llevaste puestas en mi casa. Yo intentaba hacerte ver que era un buen tipo, que todo lo que habías sufrido por esos niñatos con los que habías salido antes era una mera anécdota, sólo preliminares de cara a la gran satisfacción. Supongo que soy bastante menos que cualquier plan excitante. Que cualquier sobrevalorado verano. Que todo fue una chorrada, una locura, que las piezas del puzzle nunca encajaron. Ni tan siquiera cuando intentamos pegarlas con cola. Un vaso de vino y un poco de Kerouac, por favor.

viernes, 9 de abril de 2010

ser feliz

Me resulta fascinante el morbo que me producen las mujeres que me han abandonado. No es nada sexual, ni que las eche de menos, es la buena dosis de drama que ello proporciona a mi vida. Si les soy sincero le guardo un cierto respeto a la felicidad. Me resulta poco creíble que tanta gente esté tan contenta en el día a día y no dejen de repetirlo. Su felicidad, la de que gane su equipo o su mejor amiga monte una gran fiesta el sábado por la noche, es efímera, se cae a pedazos como un LEGO que impacta contra el suelo. Es la felicidad del día soleado, del nosvamosalaplaya, del viajecito a Italia con su pareja. Yo no soy tan payaso de dejar un candado en un puente con mi nombre y el tuyo, ni siquiera te felicitaría en San Valentín, y tampoco soy un gran seguidor del mogollón playero veraniego. Prefiero la playa una mañana de invierno, la arena fría en los pies, el mar furioso que ruge contra las rocas como un toro a punto de morir y un par de cervezas tibias de lata.
Ese morbo es placentero, el sentimiento del eterno perdedor, de Henry Chinaski, de no hacer nada pero saber que estás haciendo algo, más grande y con más sentimiento que cualquier deportista semiprofesional o cualquier universitario listillo. A veces paso por delante de tu casa, sólo para sentir esa sensación durante unos momentos. Me imagino que me ves desde la ventana, que recuerdas muchos momentos y ahora me ves hundido, un hombre que nunca volverá a ser el mismo, que siempre recordará aquel amor con aquella gran mujer. En el fondo los seres humanos no estamos hechos ni para la felicidad, ni para el amor ni para la aceptación del gran público. La gente así es la que más podrida está por dentro -pobreza espiritual creo que la llaman- aunque qué les voy a contar.

jueves, 8 de abril de 2010

escribiendosintildesnosequehostiaslepasaaestecomputador

Recuerdo estar atrapado en aquella ciudad que ni siquiera es capital de provincia, ardiendo en deseos de salir, de olvidarme de todo y correr grandes aventuras en modernas metropolis. Recuerdo creerme el tio mas importante del mundo por escuchar grupos yankees cuyos discos no eran faciles de encontrar, y quejarme de que ninguna tia escuchaba buenos grupos ni iba a buenos conciertos. Tendria unos dieciseis años y un grupo italiano vino a la ciudad. Fue un miercoles por la noche y, aunque resulte triste, era el concierto del año. En el tugurio muchas caras conocidas, muchas viejas glorias y muchas nuevas generaciones. El punk, el hardcore, el loquequieras de la pequeña ciudad se congrego alli para compartir un poco de sudor, canticos y algun que otro pogo. Del concierto ni hablare, pues no es demasiado relevante. Al salir eran las dos de la mañana, y al dia siguiente teniamos que ir a clase. Esperamos un rato en la puerta y ayudamos al grupo a cargar la furgoneta. Nos hicimos algunas fotos con camara analogica que despues lleve a revelar. Pusimos rumbo a casa, y alli estaba ella, con una amiga. Su cara no me resultaba familiar, tendria mi edad. Vaqueros oscuros, vans off the wall negras y sudadera de no use for a name. ¿Donde coño se escondian las tias como tu? A dia de hoy el detalle seria irrelevante pero, joder tenia dieciseis años. Ni siquiera te recordaba en el concierto, pero sabia que habias estado alli. Te vi durante diez segundos, puede que menos. Siete. ¿Cinco? Por un momento pense que ya no habria mas mujeres aunque no te volviera a ver. Me fui a dormir con los oidos aun pitando del concierto. Un miercoles de madrugada. Pense en ti durante dias. Aquella sudadera. Esos segundos. Dieciseis años.

jueves, 25 de marzo de 2010

en el ultramarinos

¿Y quién coño me creo yo, en la cola de la caja del ultramarinos, con mis tortellinis rellenos y mi vino blanco? Mientras una madre de familia boliviana presente vales de descuento y apura hasta el último céntimo que encuentra en su viejo monedero para pagar el bonito en oferta y los cereales formato familiar de una marca blanca cualquiera. ¿Quién coño me creo yo con mis tarjetas de crédito de colorines y mis libros recién recogidos en una librería del centro? ¿Quién coño me creo yo por haber leído a Bukowski mientras escuchaba a los Smiths? ¿Quién coño me creo yo comiendo con vino blanco un jueves? Hay situaciones en las que uno se siente miserable.

jueves, 11 de marzo de 2010

paredes y placer

Aquella cama era mucho mejor que el roñoso sofá de aquel piso de estudiantes. En el suelo colillas y alcohol derramado. El sofá lleno de chinazos y desconocidos y los ceniceros a rebosar de vete-tú-a-saber-qué. Yo creo que esa noche te lo merecías, aunque no fuese lo más correcto, pero tampoco lo viví en primera persona, por lo que no opinaré. El plan no era demasiado complicado, un par de copas más, un mínimo de insinuación al propietario del dormitorio en cuestión y el resto un mero trámite para dormir tapada sobre un colchón. En el último momento estuviste a punto de arrepentirte, pensaste en tu novio, probablemente dormido ya, y en todos esos momentos juntos. Malos y buenos. No importaba. Echaste un rápido vistazo al salón y pensaste ``sálvese quien pueda…´´ Un par de niñatas vomitando sobre la alfombra, dos tíos hasta el culo de LSD riéndose como locos y un viejo que llevaba unos diez minutos intentando meterse el tiro que se había preparado con total indiscreción sobre la mesa. Sobra decir que seguía sin haber acierto.
Te dirigiste a la cocina, donde él hablaba tranquilamente con un par de amigos, y te serviste un whisky sólo. Empezaste con las miraditas –él no tardo demasiado en darse cuenta- y te cercioraste de que tus amigas no estuviesen por la zona. Sacaste el móvil y las llamaste, seguían por ahí, aquello te alivió. Cómo cambian las cosas si no hay testigos delante. Finalmente decidiste entrar en la conversación a pesar de la barrera idiomática. Te interesaste por la charla, aunque a día de hoy ni te acuerdas, y te aproximaste un poco hacia él. Empezasteis a hablar cada vez más cerca, sus amigos fueron dándose cuenta uno a uno de que no pintaban demasiado allí y se despidieron de manera cordial, sin dos besos ni apretones de manos ni nada. El tiempo corría en vuestra contra, y ellos lo sabían. Es como un código de honor no escrito. Prolongaste un poco la estancia en la cocina –tampoco querías que se pensase que eras una facilota- y, al cabo de unos minutos, le dijiste que te enseñase la habitación. No entraré en detalles porque soy un caballero y porque tampoco los sé. Sólo sé que aquella noche dormiste cómodamente a cambio de un precio que tú consideraste bajo. Y que no recuerdas ni el color de las paredes de su habitación. Al fin y al cabo, ellas no saben dar placer.

domingo, 7 de marzo de 2010

el premio de consolacion

Me desperté. Vomité. Sentía como si mi cabeza estuviese a veinte pisos de altura y hubiese tenido la lengua en salmuera durante días. No me quedaban pastillas, sólo un poco de ginebra barata y algo de mierda que la gente había ido dejando en la nevera a lo largo de la semana. Automedicarse, ya sabrán ustedes, es cosa de sabios. Rebusqué por todas las esquinas de la casa, y finalmente encontré un Valium. Me preparé un Red Snapper sin hielo para poder empujarlo y me dispuse a hacer algo de mi vida. El apartamento estaba hecho mierda, había colillas por todas partes y un cierto aroma al más profundo infierno en la mayoría de habitaciones. Me fijé en el teléfono, había un par de llamadas en el contestador pero no le di más importancia. Daba por hecho que no serías tú, y yo tenía que encontrar alguna manera de pagar lo que debía. Lo único que tenía eran palabras. Palabras y más palabras acumuladas en papeles viejos llenos de polvo, en recortes de periódico, en márgenes de libros y alguna que otra grabada a fuego en mi memoria. Ya no me quedaban ideas brillantes, tendría que revolver un poco entre aquella diarrea literaria acumulada y regurgitar tres o cuatro párrafos que le dieran un toque más sincero. Me senté delante del papel un buen rato pero no estuve demasiado inspirado. Hacía tiempo que no lo estaba. Pensé en dar un paseo por la ciudad o alguna de esas tonterías que cuentan los autores de best Sellers en las entrevistas que conceden a suplementos dominicales. Cada vez me gustaba menos el aire de la calle. Pensé en llamar a algún amigo e ir a un bar. Cada vez me gustaba menos la gente. Visto lo visto opté por matar un poco el tiempo masturbándome. No era una idea del todo mala al fin y al cabo, y puede ser que después me sintiese más relajado. Es obvio que pensé en ti, tampoco creo que haya nada malo en ello, pero no me sentí demasiado orgulloso una vez tiré de la cadena. Ese arrepentimiento de después, un clásico de adolescencia, seguía ahí a pesar de que me iba haciendo mayor. Cuando volví a la habitación eran las cinco de la tarde, y comprendí que aquello tan sólo era otro día más. No habría aire de la calle, ni encuentros con viejos amigos ni nada de nada. Sólo suciedad, palabras, soledad, alcohol barato y poca comida. En cierto modo aquello me comía por dentro –no estar aprovechando mi vida y eso- pero tampoco quise darle más importancia. Mientras tú estarías por ahí haciendo algo de provecho, como garantizarte un futuro o conocer algún sitio interesante. Para ser sincero me sudó bastante la polla, sabía que algún día publicaría el mejor libro de la historia. Uno de relatos, incluso autobiográfico, vete tú a saber si una novela… No ganaría el Pulitzer, y todo el reconocimiento tardaría algo en llegar. Luego me encerraría en mi apartamento del Upper East Side con mi amante y mis millones y escribiría la secuela. Sólo bebería, follaría y escribiría. Nada de comida, nada de amistades, nada de entrevistas. El siguiente no tendría tanto éxito y entraría en una profunda espiral autodestructiva, me atiborraría de antidepresivos y me pasaría siglos sin escribir. Moriría a los sesenta y pico y me convertiría en un autor de culto, que inspiraría a todo tipo de artistas y adolescentes deprimidos. Mis amantes llorarían mi ausencia y las asociaciones de padres se opondrían a que ``las historias de un borracho degenerado´´ se convirtiesen en lecturas obligatorias. Hasta abrirían un museo con las últimas botellas que encontraron en mi apartamento y algún que otro calzoncillo con corridas secas donado de manera desinteresada por una antigua amante.
Y así, sin quererlo, llevaba ya un par de páginas, y me sentía mejor. No se qué estarías haciendo tú en ese momento, pero tampoco me llegó a importar. Me serví un trago y me fumé algo tan poco sofisticado como un porro de hierba. El viaje fue bastante grande y me pasé la tarde escribiendo un poco más de aquella basura que nunca ganaría el Pulitzer. Me alivió saber que, al menos, ya no tenía problemas para dormir, lo que me ahorró tener que bajar a alguna farmacia en la que no me conociesen a por un poco de codeína…

miércoles, 24 de febrero de 2010

me mata pero me gusta

tu puto veneno es mortal, eso siempre lo he sabido. no tardaste demasiado en atacar -yo estaba muy concentrado en intentar ser buen tipo y esas cosas que la gente dice que le gusta- y lo cierto es que has sido muy convincente. aquí todos pedimos kilos de melodrama y después se nos corta la digestión al tirarnos en plancha. y aquí nada es serio ni formal y yo ya no confío ni en mi próstata, que más de una mala pasada me ha jugado ya, y me estoy dejando los putos ojos para escribir ésta mierda sin luz porque se me ha fundido la bombilla y el chino de abajo ya ha cerrado. te guían con karma y energías positivas y al final del camino sólo encuentras cuatro pajas mal hechas y miles de horas de pobre conversación. al menos han abierto un bar cerca de mi casa. vete tú a saber si el hijoputa me abandona.

jueves, 18 de febrero de 2010

qué placentero me resultaría vomitar

Me gustaba ese rollo de salir juntos por ahí a tomar algo y devolvernos la pasta, ya sabes, el hecho de que no fueras ''la típica tía'' que da por hecho una serie de cosas dentro de las relaciones no del todo formales, como, por ejemplo, que tuviese que ser el hombre quien pagase hasta el último céntimo.
Siempre hubo algo ahí, no se si algo más bien amistoso o una atracción oculta. Por mi parte ya sabes lo que siempre hubo, un sentimiento de amistad y absoluto <> además de una notable atracción sexual por las más destacadas partes de tu anatomía.
Dado que todo se tuvo que joder ahora procuro pensar en ti lo menos posible, y lo consigo. He de reconocer que durante un tiempo mis fantasías contigo fueron las más grandes aliadas de mi mano derecha en días de resaca y noches de soledad.
Sólo hay algo peor que una mujer atractiva, las que de la noche a la mañana se dan cuenta de que lo son.

domingo, 7 de febrero de 2010

un tributo

cuando me preguntaban de dónde era siempre decía que de bilbao. después, todo el mundo me venía con la misma hostia: ''no conozco el norte, pero tengo muchas ganas de ir...'', ''bilbao está muy bien, pero san sebastián es más bonito...'' o ''no voy por miedo al terrorismo''. a raíz de eso decidí empezar a decir que de vigo. nadie comentaba nada, o, si acaso, a los cinco minutos me venían a preguntar que si esto me gustaba más que LA CORUÑA. nunca me llegó a quitar el sueño, ni siquiera a me llegó a molestar, pero no dejaba de resultar gracioso.

jueves, 4 de febrero de 2010

meando por un tubito

Me viniste a ver y follamos y nos fumamos un piti después y todas esas chorradas que vemos en las películas y me hiciste un resumen de todos los tíos a los que te habías tirado ese año, diciéndome lo grande que la tenía Rafa y lo poco que aguantaba José y parecía que llevases toda la vida follándote a tíos por ahí y que eras toda una experta y que pronto te llamaría algún programa de televisión para contratarte como sexóloga y a mi todo aquello me empezó a asquear y me fui, bajé al bar y me pedí un whisky aunque fuesen las cinco de la tarde me dio bastante igual lo que opinasen el resto de personas buenas que tomaban sus cafés y leían la prensa y yo mientras no me quitaba aquello de la cabeza y me arrepentía de haberlo valorado alguna vez por lo cual tomé la determinación de hacerme monje o de cortarme el miembro y donarlo a la ciencia para ver si descubrían algo interesante, así que volví a casa, ya te habías marchado y no habías dejado ninguna nota como hacen en las películas, y me fui a la cocina, donde me encontré aquellas viejas tijeras manchadas de pescado y, si te soy sincero, en el momento me acojoné y, como de costumbre, me eché atrás y me volví a mi habitación, allí las paredes no hablaban, sólo se reían de mi, mirándome como si no tuviese huevos a hacerlo, y como en el fondo soy más susceptible y menos predecible de lo que pienso me fui al baño y me hice ahí un buen apaño y parecía aquello el Mar Rojo y pensé en todos mis amigos y en todas aquellas bellas mujeres que se estaban perdiendo algo grande, muy grande, y que jamás tendrían la oportunidad de comprobar si aguantaba más que José o la tenía más grande que Rafa. Ahora meo por un tubito.

viernes, 22 de enero de 2010

ANTE TODO LA JUSTICIA

A todos nos sorprendía tu enorme falta de talante ante el infortunio. Si bien es cierto que nos relacionábamos en un entorno un tanto hostil, repleto de nepotismo, favoritismos y demás <>, tu carencia de fe en la raza humana siempre resultó molesta. Siempre jugabas a ser el abogado del diablo, el eterno defensor de la causa de antemano perdida. Confiabas en que tú y sólo tú tenías la razón. Te resbalaban las disculpas y las justificaciones, eso no cabía en tamaño raciocinio como el tuyo. Muchas veces, esos que hacemos cosas que no están del todo bien somos los primeros en pedir perdón, agachar la cabeza o incluso ponernos de rodillas por algo que hemos hecho, mientras tú nos ilustras con tu corrección de cara a la galería y tus jugueteos con las sustancias tóxicas que, para ti, tan legales deberían de ser. Era totalmente de esperar que las cosas acabaran así, que tu orgullo fuese devorando tus amistades y que, de la noche a la mañana, nadie de la raza humana (esa a la que tanto odiabas) te pudiese tener delante. Toda tu vida se convirtió en una constante demostración, en una clase magistral impartida por el mayor conocedor de todos. El resto teníamos suerte de tenerte cerca, de que nos cobijase tu sombra. Dicen que es digno morir por una causa cuando ésta es justa, pero, si le quitamos el melodrama a dicha frase, sólo merece la pena morir por seguir viviendo. Tarde o temprano llegaría tu momento, la hora de ejecutar uno de tus famosos ‘’antes muerto que…’’. Pensábamos que sería otro de tus fantaseos utópicos, un supuesto, una forma de captar nuestra vaga atención. Y allí estábamos, fue un veintidós de enero, y, como no podía haber sido de otra forma, elegiste una sobredosis. Siempre queda bonito en la contraportada de una biografía póstuma, o cuando un joven radical se lo cuenta a una chica que se quiere ligar a los quince años. No hubo bandera, ni lloros, por no haber casi no hubo ni entierro. Yo no te quise ver por última vez, había perdido demasiado tiempo contigo y justamente en ese momento me había dado cuenta. Tiré los claveles al suelo, resultaban más bonitos cuando los vimos en aquel documental sobre la Revolución de Portugal.

miércoles, 20 de enero de 2010

3semanAs sin Beber

El otro día te despertaste y empezaste a creer que eras algo que no eres. No te empeñes, hay que asumir las cosas. Ni mecanismos de defensas ni Freud ni psicólogos podrán hacerte entrar en razón. Puede que la culpa la tenga la televisión, las computadoras, las revistas femeninas que leías en la pubertad o el tipo que te vende lo que te metes por la nariz. Tampoco pretendo dar lecciones universales, sólo pido un poco más de criterio. Un poco más de paciencia por favor, ¿no recuerdas lo que pasaba cuando intentabas pasar los cassettes hacia adelante para llegar a la siguiente canción? La cinta acababa rompiéndose. No vayamos tan rápido, sino las cosas acaban mal, y adiós al happy ending que te vendieron Hollywood y Cosmopolitan. Seguro que organizas una fiesta benéfica cuyos fondos irán a parar a Haití, como Ana Rosa Quintana, que después de rodar el anuncio de la campaña se pone un par de tiros en el camerino y derecha a recoger a sus niños al Liceo Francés en un Cayenne.
Y mientras el mundo es un puto anuncio de compresas, colores, olores, sensaciones y sabores hasta en los profilácticos.

jueves, 14 de enero de 2010

analog boy

-¿Me das un piti cari? -te dije mientras tu cuerpo desnudo descansaba entre las sábanas revueltas-.

Yo era un jodido cantautor de los de antes, de los que desayunaban bourbon sin hielo a las doce de la mañana y, que, de vez en cuando, te obsequiaba con un buen polvo de duración superior a la media. Llevaba camisetas de asas y pantalones beige de pinzas, iba descalzo por la casa con mi Gibson Hummingbird al cuello en busca de acordes que pagasen lo que debía. Siempre tenía tiempo para un trago y hacía bastante que no veía a mis amigos.
Tú eras una femme fatale en toda regla, te gustaban los tacones y los vestidos cortos. Fumabas sin parar y bebías ginebra con un chorrito de tónica a cualquier hora del día. Todo eso me gustaba. Te gustaba Dylan y te sabías al dedillo la discografía de Van Morrison.

Juntos éramos imparables, eras mi puta musa y paría tema tras tema después de aquel maravilloso sexo que me dabas. Por las tardes íbamos a los cafés y por las noches a los bares. Nunca nos separábamos, y siempre teníamos algo de lo que hablar. Como no discutíamos mucho, pero siempre nos reconciliábamos salvajemente. Eran los mejores días de mi vida.

Y luego te fuiste. Desde esa mis baños calientes eran como chapotear en un charco de barro. Las canciones perdieron su alma, y la Hummingbird no sonaba igual. Estuve dos meses sin cambiar las sábanas recordando tu olor. Pronto me enteré de que tenías a otro, un baterista de segunda fila de la banda de acompañamiento de un buen amigo. Aprendí a tocar la harmónica, me compré un dogo de Burdeos y empecé a escribir relatos con los cristales rotos de aquel pasado glorioso. Al fin y al cabo no fue para tanto.

miércoles, 13 de enero de 2010

el premio de consolacion

Imagina por un momento que un día te encuentras a tu padre divorciado al que apenas ves, y cuando lo ves sólo intenta hacerse el enrollado soltándote pasta a mansalva y preguntándote que tal de chochitos, tomando algo a eso de las doce y media de la noche de un jueves cualquiera con una moza un poco más mayor que tú rollo acaramelados. Imagina por un momento que se hace amigo de tus amigos, que se hace fan de las mismas cosas que tú en Facebook o que se folla a tías a las que bien podrías haberte tirado tú una noche de fiesta. Imagina por un momento que, algún día quiso a tu madre y que, puede ser que, fruto de ese amor, nacieses tú. Siempre tendrás la duda, pero tampoco importa demasiado. Mientras tanto tú te la meneas con las fotos de sus ex-novias, esas que le querían por su dinero. Podría decir que todo esto resultaría muy triste o algo difícil de asimilar, y que pobre tu madre... Pero, la verdad, seguro que algo haría, la muy puta...

martes, 5 de enero de 2010

la cuesta de enero se convertirá en un precipicio

Despertador, café sólo, la nevera vacía, una prenda tan demodé como un chándal viejo, unos cuantos bolígrafos y montones de fotocopias. El súper a la una del mediodía lleno de señoras mayores que se roban el sitio en la cola a traición, niños en carritos nerviosos por la cabalgata y los repartos sólo hasta las tres de la tarde. Siempre hay algún que otro despistado. Comida precocinada, los Simpsons en la tele, vuelta a la cueva y propósitos fallidos. Una llamada a casa echando de menos, mucho cansancio, el tiempo que me pisa los talones y una extraña sensación cercana a la más traicionera confianza. Los Reyes Magos hoy no paran en mi casa, espero que en la tuya si.