viernes, 25 de septiembre de 2009

TEMITA FINO

Hace un par de días, mi amigo Pabler me enseñaba su nuevo proyecto, llamado UN DÍA EN ELCHE. La verdad es que es un blog fantástico, no sólo por el contenido útil, sino por todo el corazón que le pone Pabler al hablar de la ciudad que no le vio nacer pero sí crecer y, de la cual, se ha llegado a sentir dueño y señor. Algo así me pasa a mi con Vigo, la ciudad que me vio crecer y que, poco a poco, se ha ido convirtiendo en mi hogar. Esa sensación de nunca aburrirte, de siempre poder improvisar algún plan, de poder ir andando a cualquier lugar, de conocerte hasta el último garito o de llegar a creerte su propietario es algo que sólo se puede experimentar en lo que algunos se empeñan en llamar ciudades de provincia. Ahora vivo en Barcelona, y tendrá todas las cosas que tú quieras y será tan moderna y europea como queráis, pero ¿dónde queda el alma y la sencillez de una ciudad pequeña? Saludar a la gente, encontrarte en los bares, conocer a todo el mundo...

Volviendo al tema principal, Elche es una ciudad que significa mucho para mi. Tengo que reconocer que sólo he estado allí una vez, y que ni siquiera llegué a visitar El Huerto del Cura, pero la ciudad de las palmeras tiene un aroma especial que engancha desde que uno llega. Supongo que una parte importante de la culpa la tendrán los buenos amigos que tengo en la ciudad, hablo de Pablo, Álex, Paquito, Rafa, Carlos... También tiene gran culpa el arroz con costra (en especial el de la abuela de Pabler) y las muchas risas que me regaló Santa Pola. Ese verano de 2007 que resulta, a la vez, tan lejano y tan cercano. Y lo cierto es que si, hay cosas que han cambiado. Ni Pabler ni yo tenemos grupo, y yo escucho más a Wilco que a All Time Low, pero en el fondo todo sigue igual. Temita fino amigos, temita fino.

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