miércoles, 2 de septiembre de 2009
Me gustaría poder decir que escribí esto en una servilleta de papel en un bistró parisino, o en una Moleskine mientras sobrevolaba el océano Atlántico, pero, gracias a Dios o por desgracia, no es así. Como mucho lo escribí en el bloc de notas de un portátil que ni siquiera es mío, o esperando a que se calentase mi pizza precocinada en el horno o en un vuelo de bajo coste rodeado de guiris borrachos. Son los últimos días del verano, y no siempre sale el sol, y si lo hace yo no me doy cuenta de que es día de playa. Y me jode estar sentado al sol discutiendo, porque no era mi intención, y estoy seguro de que tampoco la tuya. Y lo siento por cualquier frase malsonante, o por cualquier interpretación errónea, pero ya no se que más decir. Ojalá pudiésemos parar el tiempo, o pasear por el mundo hasta el fin de los días sin ninguna preocupación. Ojalá hiciésemos ese viaje, o viviésemos en esa ciudad. Ojalá tuviese ese coche, ojalá ese apartamento de verdad. Pero mientras nos queda esto, que tampoco está tan mal.
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