jueves, 3 de diciembre de 2009

tú y tus hormonas y tus putas amistades.

Me desperté tirado en el suelo del baño de Dios. Concretamente del Dios cristiano, que es el más comprensivo a la vez del que más impone. Me preguntó qué me pasaba, me dijo que mis nuevos hábitos no eran buenos y que porqué no buscaba algo de paz en la naturaleza. Entonces me acorde de ti, y de todas tus putas amistades. No hay cosa que más me irrite que eso. Por eso bebo, bebo y olvido. Por eso me escondo de la gente, por eso me quedo en mi cuarto leyendo libros de gente como la que nunca seré. Dios no parecía entenderme demasiado, pero me ayudaba. Lo cierto es que se portó muy bien, me ofreció comida y me dijo que podía quedarme a dormir en su sofá, pero le dije que estaba muy bien en su reluciente baño y que las baldosas eran preciosas. Así que ahí estaba, debatiéndome entre la vida y la muerte con vete-tú-a-saber-qué-mierda corriendo por mi organismo intentando ganarme la batalla vital. Quise vomitar, pero el suelo estaba demasiado bonito para estropearlo, así que me lo tragué, como tantas veces había tragado mierda en mi vida. En aquel momento no pensaba en el mañana, y me daba cuenta de que el ayer se me escapaba cada vez más rápido.

-Los tiempos cambian, y la gente cambia con ellos -me dijo Él.
-Lo sé, lo sé. Y no me cuesta verlo -contesté.
-Entonces ¿a qué has venido aquí?.
-Ojalá lo supiera, pero gracias por el suelo.
-Promete que no lo volverás a hacer.
-¿El qué, venir a verte?
-Venir a verme para esto.
-Oh, lo intentaré, descuida.

Salí de aquel lugar celestial y me metí en el metro. La parada no me sonaba de nada, y mucho menos las líneas que por allí pasaban. Lo único que recuerdo es que todo era blanco y nuevo, y a medida que el tren avanzaba todo se volvía gris. Gris Oscuro. Feo. Negro.
Intenté llegar a mi casa, pero no la encontraba. Preguntaba a la gente en la noche, pero nadie hablaba mi idioma. Busqué tu numero en mi agenda y te fui a llamar desde una cabina, pero no aceptaba mis monedas.
-Tú y tus hormonas. Tú y tus amistades. Tú y tus putas amistades -me dije.
Me quede dormido en un banco y me desperté en mi casa. Fui a la cocina a por una cerveza y sonó el teléfono. Eras tú.

-¿Dónde DEMONIOS te metiste ayer?
-Si te lo dijese no me creerías.
-Está bien, ésta tarde vamos a ir TODOS a tomar algo por ahí, ¿vienes?
-No, creo que mejor me quedaré en casa, necesito relajarme.
-Bueno, está bien. Si cambias de opinión ya sabes.

Colgué. Quise llamar a Dios pero se me olvidó pedirle su número. Desde ese día no he vuelto a saber de Él, pero sé que está ahí. Si algún día lees esto, te doy las gracias de nuevo. Tienes un suelo precioso.

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